Día mundial contra el ruido: En este hospital no hay quien duerma

CIUDAD DE MÉXICO, 27  de abril.-Decía ya en 1859 Florence Nightingale, considerada pionera de la enfermería moderna, que “el ruido innecesario es la forma de abuso más cruel cuando se trata de enfermos o sanos”. Si ese ruido, además, se produce durante la noche, cuando uno se encuentra ingresado en un hospital tratando de recuperarse de alguna enfermedad, la ‘crueldad’ puede resultar aún más insoportable. El ruido en los hospitales no sólo es molesto, sino que entorpece la recuperación de los pacientes, aumenta los niveles de estrés de sus trabajadores e incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares e hipertensión, reduce la respuesta inmunitaria y aumenta el dolor, según han mostrado diversos estudios sobre el tema.

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Coincidiendo con el Día Mundial contra el Ruido, la iniciativa #FFpacientes (que trata de fomentar la presencia de los pacientes en las redes sociales) ha puesto en marcha la iniciativa #sanidadSINruido que trata, precisamente, de subrayar las medidas y experiencias que pueden ‘bajar el volumen’ de los hospitales españoles. Como explica el enfermero Pedro Soriano, responsable de esta iniciativa los pacientes crónicos y ancianos son los más vulnerables a esta contaminación acústica hospitalaria. “Las encuestas de satisfacción hospitalaria siempre destacan el ruido como algo negativo, pero es que además se ha demostrado que este problema también repercute en un aumento del gasto sanitario, porque es necesario administrar más medicación para dormir”; otros estudios estadounidenses le achacan incluso un aumento de los errores médicos.

Existe un cierto nivel de ruido inevitable, admite el responsable de este proyecto, por la propia naturaleza de los centros hospitalarios y su equipamiento técnico cuyas alarmas resultan vitales para alertar en ciertos casos. Sin embargo, añade, hay algunas cuestiones de concienciación que permitirían reducir algunos decibelios el volumen. Un volumen que, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), no ha dejado de crecer en los hospitales de todo el mundo en las últimas décadas. Concretamente, según datos de este organismo, los decibelios en los hospitales han aumentado de 57 a 72 desde 1960, mientras que los ruidos nocturnos han ido creciendo en los últimos 50 años desde 42 a 60. Para poder comparar hay que tener en cuenta que un aspirador ronda los 65 dB, un grito humano puede alcanzar los 70 decibelios, y un teléfono móvil o una lavadora casi 80.

Niveles en cualquier caso muy por encima de las recomendaciones de la propia OMS, que indica que el ruido en las habitaciones de los pacientes no deberían sobrepasar los 30 decibelios diurnos y 35 en las horas de sueño (con picos puntuales de no más de 40). En España, como explican desde la Sociedad Española de Acústica (SEA), los niveles recomendados en centros hospitalarios “están regulados por la normativa vigente en cada comunidad autónoma y por la Ley del Ruido, así como por las ordenanzas municipales”.

Los teléfonos móviles, las visitas, los carritos de medicación y lavandería, los timbres de llamada, los ruidos externos de ambulancias o tráfico, los aparatos médicos y sus alarmas de aviso, las conversaciones o pasos en el pasillo… Un cóctel de sonidos y ruidos que molesta a pacientes y sanitarios, como demuestran numerosas encuestas de satisfacción. En 2010, por ejemplo, un equipo de enfermeras de Urgencias del Hospital Civil de Málaga analizó la percepción del ruido entre 100 pacientes, profesionales y familiares que habían acudido al servicio de urgencias. El 64% de ellos respondió que había demasiado ruido y hasta el 87% manifestó que podría reducirse el volumen con mayor sensibilización. Precisamente a partir de esas encuestas, el Hospital de Guadarrama (en Madrid) detectó en 2008 una queja extendida entre los pacientes sobre el ruido.

A partir de entonces, este centro de media estancia (los pacientes están ingresados una media de 30 días) se puso a trabajar en tres aspectos. “En el equipamiento corregimos algunos aspectos, como las ruedas de los carros de curas”, explica Rosa Salazar, su directora de Enfermería.

Se modificaron también algunas rutinas y circuitos del hospital, por ejemplo, para que los ascensores y escaleras más cercanos a las habitaciones no se empleasen en las ‘horas sensibles’. Se modificaron también los horarios en la toma de las constantes vitales por la noche y se suministró a los enfermeros unas linternas para que pudiesen entrar en las habitaciones por la noche sin encender la luz. Además, se instalaron sonómetros en todos los controles de enfermería, y se reforzó la sensibilización entre los profesionales “porque el cambio cultural es lo más difícil”.

Gracias a todas estas medidas, este centro ha logrado reducir seis decibelios su ruido desde los 47 que tenían cuando empezaron en 2008. Entonces, admite Salazar, “no había nada sobre el tema”. Ahora, algunos centros de la Comunidad de Madrid empiezan a copiar su modelo y como añaden desde la Sociedad Española de Acústica “la mayoría de centros hospitalarios están haciendo un gran esfuerzo”. En este sentido, su presidente -Antonio Pérez López- y su secretario general -Antonio Calvo-Manzano- destacan algunos ejemplos para mejorar los niveles sonoros en base a la aplicación de tratamientos acústicos, como techos absorbentes.

“En los últimos congresos de acústica organizados por nuestra sociedad se han presentado trabajos realizados por las universidades de Valencia y Cádiz sobre análisis y acondicionamiento acústico en salas de “neonatos”, debido a la influencia del ambiente acústico sobre el estado emocional de los recién nacidos”, explican.

Y es que se ha demostrado que el exceso de ruido eleva la tensión arterial de los prematuros, reduce su saturación de oxígeno y puede ocasionarles problemas auditivos. Por eso, en estas zonas sensibles ya es habitual encontrar medidores de ruido (sonómetros) en forma de una enorme oreja que va cambiando de color -de verde a rojo- a medida que aumentan los decibelios.

Pero aunque algunos pacientes, como los prematuros o los ancianos son los más sensibles a los efectos del ruido, no son los únicos. En adultos, como recuerda Soriano, el exceso de ruido actúa de un modo similar al estrés, activando el sistema nervioso y aumentando la frecuencia cardiaca. De hecho, la SEA recuerda que el ruido es “un agente contaminante del mundo moderno”. Un contaminante “invisible” que “produce efectos negativos en el ser humano, tanto fisiológicos como psicosomáticos”.

De hecho, en 2012, un estudio publicado en la revista Annals of Internal Medicineya advertía de que los sonidos hospitalarios podían despertar a menudo a los pacientes, incluso a bajo volumen. Los autores alertaban de que esas interrupciones en las fases del sueño podían interferir con la recuperación de los pacientes, debido a sus efectos sobre la actividad cerebral y su función cardiovascular. El doctor Francisco Botía, presidente de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, subraya que “el silencio forma parte del reposo” de los pacientes, aunque admite que en los hospitales españoles no existe tradición de evaluar el ruido, “porque medir eso es muy difícil”, aunque desde los servicios de riesgos laborales sí se han medido más los sonidos a los que están expuestos los trabajadores sanitarios en algunas áreas, “como aquellas de mantenimiento o cercanas a maquinaria”.

En el caso del ruido en las plantas de hospitalización, Botía reconoce que de manera general no se puede afirmar que el ruido existente lesione de alguna manera la salud de los pacientes. Además, añade, no se pueden comparar los grandes hospitales (“en los que hay muchos pacientes, mucho personal y muchas visitas”) con otros centros más pequeños en los que el silencio es un objetivo más fácilmente alcanzable. Y es que, como decía la enfermera Nightingale ya en el siglo XIX, “el tintineo de unas llaves, los chirridos de puertas y ventanas o los ruidos de pasos le harán al paciente mayor daño que el bien que puedan hacerle todas las medicinas del mundo”.(FUENTE: El mundo)

 

 

 

 

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