Contrastes del apoyo federal marcan a jóvenes de la zona maya

JOSÉ MARÍA MORELOS, Quintana Roo, 30 de diciembre. –  Entre señalamientos de conformismo y argumentos que lo defienden como un impulso inicial para el desarrollo, los programas asistenciales federales generan posturas encontradas en la zona maya de Quintana Roo. Mientras para algunos representan una oportunidad real de crecimiento, para otros evidencian prácticas de simulación y corrupción que limitan su impacto social.

El programa Jóvenes Construyendo el Futuro ha permitido que parte de sus beneficiarios encuentren una vía para capacitarse, continuar sus estudios o incluso iniciar pequeños negocios. Sin embargo, también enfrenta críticas por la participación de “pseudoempresarios” que, según testimonios locales, simulan procesos de capacitación a cambio de una parte del apoyo económico otorgado a los jóvenes.

Para Mariani Monserrat Concha Coral, ex becaria del programa, la clave del aprovechamiento está en la visión del beneficiario. Consideró que el recurso no debe entenderse únicamente como un ingreso mensual, sino como una herramienta para adquirir habilidades, aprender un oficio o reforzar la formación académica.

El impacto del programa es más visible en comunidades rurales, donde las opciones de empleo formal son limitadas. En estos contextos, el apoyo económico ha permitido a algunos jóvenes emprender pequeños comercios o fortalecer la economía familiar. De acuerdo con Mariani, bien administrado, el monto de la beca puede convertirse en una verdadera semilla para el autoempleo.

No obstante, en la región persisten denuncias sobre prácticas irregulares en las que ciertos talleres o negocios inscriben jóvenes sin brindar capacitación real, con el único fin de beneficiarse económicamente. Esta situación, además de representar un posible desvío de recursos públicos, deja a los beneficiarios sin experiencia laboral al concluir el periodo de apoyo.

A pesar de estas fallas, los casos de éxito mantienen vigente la expectativa positiva en torno al programa. Historias de jóvenes que logran establecer pequeños negocios o consolidar un oficio reflejan que, cuando el recurso se utiliza con responsabilidad, puede convertirse en un motor de transformación social y autonomía económica en el corazón de la zona maya.

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