CIUDAD DE MÉXICO, 6 de noviembre.- El proyecto es liderado por Felipe Martínez Matehuala, fisioterapeuta y pasante del doctorado en ciencias biomédicas, cuyo objetivo es evaluar a recién nacidos con factores de riesgo de daño cerebral, como parte del protocolo de investigación “Desarrollo de métodos para el diagnóstico y tratamiento temprano de recién nacidos con factores de riesgo prenatales y perinatales”, que tiene lugar en la Unidad de Investigación en Neurodesarrollo “Dr. Augusto Fernández Guardiola” del INB.
Martínez Matehuala dijo que es muy difícil evaluar a menores durante los primeros meses de edad, pues en caso de que muestren alguna secuela de lesión cerebral, será en los meses posteriores cuando transcurra el periodo máximo de plasticidad cerebral.
“Durante los primeros meses de vida, el ser humano presenta máxima plasticidad cerebral, eso significa que estamos en un etapa en la que son más evidentes los avances en la terapia, pero resulta difícil hacer una evaluación. Dado lo anterior, surge la necesidad de crear nuevas herramientas diagnósticas específicas para esos primeros meses posnatales”, detalló.
El especialista destacó que el proyecto se basa en la técnica de neurohabilitación de Katona, usada en el protocolo de la Unidad de Investigación en Neurodesarrollo. Dicha técnica involucra maniobras que están divididas en dos categorías: locomoción (gateo, gateo modificado, arrastre y marcha) y verticalización (elevación con tracción de manos; elevación espalda-cadera y sentado al aire).
“En los primeros meses, los seres humanos presentan algunos patrones de movimiento que son estereotipados e innatos, precursores del gateo, de la marcha o el control de la cabeza. Lo que hacemos aquí en el Laboratorio Universitario de Biomecánica es medir cómo es que los bebés reproducen este patrón. Por una parte, analizamos a bebés que tienen un neurodesarrollo normal y con ellos creamos una norma o base de datos, para después evaluar a otros que tienen factores de riesgo para daño cerebral, con esto comparamos el desarrollo de ambos grupos”, puntualizó.
El fisioterapeuta dividió los factores de riesgo de daño cerebral en los bebés en tres tipos: prenatales, perinatales y posnatales.
“Entre los prenatales se encuentran la restricción de crecimiento intrauterino, trastornos metabólicos en la madre. Respecto a los perinatales, los más comunes son asfixia o prematurez, y como posnatales se considera la hiperbilirrubinemia. Esto no significa necesariamente que el bebé tenga secuelas o daño cerebral, pero la posibilidad está latente, por lo que es candidato a ser evaluado y recibir el tratamiento”, explicó.
Mencionó que en la actualidad trabajan con dos grupos de bebés, uno en donde son atendidos bajo el protocolo de investigación de la Unidad de Neurodesarrollo y otro control de bebés con desarrollo normal provenientes de hospitales o clínicas privadas.
En cuanto a la tecnología que utiliza el sistema, Martínez Matehuala comentó que posee 11 cámaras que emiten luz infrarroja enfocadas en una mesa de terapia donde es evaluado el bebé, colocándole marcadores bajo un modelo biomecánico con un material optorreflejante.
“Esa luz infrarroja no es parte del espectro del ojo humano, por lo que el brillo que reflejan no lo podemos ver; sin embargo, si al menos tres cámaras reflejan el mismo marcador, se puede triangular su posición en un espacio tridimensional. Nos brinda información X-Y-Z 250 veces por segundo; hace lo mismo que los satélites con los teléfonos celulares para obtener la información del sistema de posicionamiento global (GPS)”, refirió.
Para lograrlo, el experto diseñó un modelo biomecánico capaz de determinar la cantidad de marcadores que deben usarse, en qué posiciones anatómicas y el tipo de marcador que debe emplearse para el estudio.
“Durante el estudio se hacen también mediciones antropométricas al bebé, y con los marcadores podemos calcular o predecir los centros de masa de cada segmento rígido o de cada articulación en todo el cuerpo del bebé, desde la cabeza, el tronco —dividido en dos segmentos—, los hombros, codos, caderas, pelvis, rodillas y tobillos. Una vez que tenemos esa proyección podemos generar bases locales o centros de referencia. Con esto logramos que los cálculos sean muy exactos, las cámaras tienen un margen de error de dos micras, que es muy bajo. Además hacemos filtros para tener señales mucho más limpias”, abundó.
Ya obtenida esa información angular, se corta clínicamente en eventos biológicos. Para ello, se usa un programa de computadora que ayuda a observar los marcadores en el espacio tridimensional, además de información de otras dos cámaras frontales y laterales, que otorgan ángulos de referencia.
“Con esos elementos podemos indicar al programa de cómputo dónde inicia y termina la maniobra y los eventos de importancia que hay. Eso genera ciclos de los movimientos del bebé, lo que nos permite promediarlos. El ciclo brinda información mucho más exacta de cómo el bebé está reproduciendo el movimiento”, indicó.
Por último, Martínez Matehuala enfatizó que los bebés inician el estudio desde el primer mes de vida y se les hacen cuatro evaluaciones durante cinco meses, a fin de determinar cómo se apegan a la norma establecida y observar cómo los bebés van adquiriendo los patrones a lo largo del tiempo.
“Además adquirimos la información en el sentido de que, si aparece alguna curva en las mediciones que indique alguna anormalidad en una de las evaluaciones mensuales, este bebé podría mostrar alguna alteración neuromotora. De ser así, emitimos recomendaciones a las salas de terapia de la Unidad de Investigación en Neurodesarrollo para que ajusten sus tratamientos, es decir, estamos desarrollando una herramienta diagnóstica, y cuando contemos con información de más bebés podríamos utilizarla para implementación clínica”, concluyó.