Zanin pasó de defender al presidente Lula da Silva en los casos de corrupción que enfrentó a ocupar un asiento en la Corte Suprema de Brasil
Combativo, mediático y garantista, el abogado Cristiano Zanin ha pasado de defender al presidente Luiz Inácio Lula da Silva en los casos de corrupción que enfrentó en la Justicia a ocupar un asiento en la Corte Suprema de Brasil.
Su nombre, propuesto por el propio Lula, recibió el apoyo mayoritario del Senado, requisito indispensable para ser uno de los once magistrados que integran la máxima instancia judicial del país, la cima de la carrera de cualquier jurista.
“Siempre defendí y defenderé el cumplimiento de la Constitución de la República”, dijo al abrir su discurso en una comisión de la Cámara Alta para defender su nominación.
Especialista en Derecho Civil y Procesal, Zanin -“Cris” para su entorno más cercano- es una figura clave en la resurrección política del jefe de Estado. El líder progresista le definió una vez como “la gran revelación jurídica de los últimos años”. Tiene 47 años y podrá ser juez del Supremo hasta que cumpla 75.
De su autoría fue el “habeas corpus” que hizo posible que en 2021 el Supremo anulara las condenas por corrupción que llevaron a Lula a prisión por 580 días.
Después de una infinidad de recursos insatisfactorios, su tesis ganadora se basó en un pequeño detalle: un error de competencias entre tribunales.
Esa victoria fue decisiva, pues permitió al máximo dirigente del Partido de los Trabajadores (PT) presentarse a las elecciones de 2022, derrotar al ultraderechista Jair Bolsonaro y volver a la Presidencia el 1 de enero.
A partir de ese fallo, Zanin consiguió tumbar todos los procesos por sospechas de corrupción relacionados con la Operación Lava Jato que enfrentaba el antiguo sindicalista, reforzando su idea de que había sido objeto de una “persecución judicial”.
Su estrategia, que mantuvo de forma estoica desde el inicio, consiguió que hasta el entonces juez que encarceló a Lula, Sergio Moro, fuera declarado “parcial”. Su cruzada en favor del presidente fue reconocida también por el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas.
Si bien su elección para el alto tribunal levantó cierta polvareda en algunos sectores jurídicos y políticos, que observan con recelo su proximidad con el actual gobernante, algo que se ha repetido en nombramientos anteriores independientemente del sesgo ideológico.
José Antonio Dias Toffoli, por ejemplo, fue propuesto por Lula en la recta final de su segundo mandato (2007-2010) siendo abogado del PT y André Mendonça era abogado general del Estado cuando fue nominado por Bolsonaro.
Hasta que en 2013 saltó a la primera línea de la abogacía defendiendo a Lula y, más recientemente, asesorándole en la campaña electoral, Zanin era un completo desconocido para el público general.
Descendiente de migrantes italianos y nacido en Piracicaba, pujante ciudad del interior de Sao Paulo que vive de la agricultura, es hijo de una profesora y un abogado, de donde le vino su pasión por el derecho.
De apariencia fría, engominado y siempre trajeado, se formó en 1999 en la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo (PUC-SP).
Desarrolló la mayor parte de su carrera en el sector privado. Comenzó a hacerse un nombre en el mundo jurídico en el bufete de su suegro, Roberto Teixeira, viejo amigo de Lula y artífice de que ambos se conocieran.
Una disputa judicial con su suegro provocó que el año pasado montara su propio bufete en un exclusivo barrio de Sao Paulo con la también abogada Valeska Zanin, la mujer con la que está casado desde hace dos décadas y tiene tres hijos.
“Algunos me rotulan como ‘abogado personal’ porque luché por los derechos individuales contra viento y marea; también me clasifican como abogado de lujo porque defendí causas empresariales; y aún me llaman abogado de oficio como si fuera un demérito”, afirmó en su presentación.
Lejos de esos calificativos, Lula se refirió a él como un “amigo” y un “compañero”.
Con información de EFE