CARACAS, Venezuela, 31 de Julio.- Las votaciones de la Asamblea Nacional Constituyente impulsada por Nicolás Maduro sumieron este domingo a Venezuela en una espiral de violencia sin precedentes durante un proceso electoral, con al menos una docena de muertos desde la noche del sábado, y abocan al país a una fractura insalvable de la sociedad y las instituciones. El Gobierno siguió adelante con su plan de escribir una nueva Constitución y celebró unos comicios rechazados en bloque por la oposición, que no presentó candidatos y promete ahora redoblar su pulso al régimen, y buena parte de la comunidad internacional. El primer efecto de la decisión de Maduro de seguir adelante con su proyecto es que Venezuela tendrá a partir del lunes un Parlamento exclusivamente oficialista ignorado por todos los partidos de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) y sectores críticos del chavismo.
La abstención fue, incluso según las cifras del Ejecutivo, muy elevada. El Consejo Nacional Electoral (CNE) cifró la participación en un 41,43% del censo, es decir, casi 8,1 millones de votos, mientras que la oposición rebajó ese dato hasta el 12%. Las fuerzas opositoras celebraron hace dos semanas un plebiscito no oficial en el que consultaron a los votantes sobre las elecciones de este domingo. Según sus cálculos, ese día acudieron a las urnas casi 7,2 millones de venezolanos.
El Gobierno intentó transmitir que la votación transcurrió en paz, pero el saldo de muertes lo desmiente. Nunca en la víspera o el desarrollo de un proceso electoral habían ocurrido tantos fallecimientos. Caracas no fue el único escenario de los violentos enfrentamientos entre los manifestantes, las fuerzas de seguridad y los colectivos armados afines al chavismo. Hubo cinco muertos en la provincia andina de Mérida, uno en el Estado de Lara (centro-occidente del país) y otro en Sucre, en la costa nororiental de Venezuela.
La Fiscalía confirmó, además, el asesinato a tiros de José Félix Pineda, un candidato a la Constituyente en Ciudad Bolívar, la capital del suroriental Estado de Bolívar. En la capital, el estado de máxima tensión quedó reflejado en Altamira, convertida en símbolo de las protestas opositoras, donde la explosión de un artefacto contra una columna de agentes motorizados de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) dejó varios heridos. Oficialmente, el ministerio público pudo corroborar cinco muertes en las primeras horas de la mañana. Además de la de Pineda, encargó a un fiscal la investigación de los homicidios de Ricardo Campos, subsecretario de la formación socialdemócrata Acción Democrática en Cumaná (Estado de Sucre, nororiente de Venezuela), y de Marcel Pereira, en el poblado de Chiguara, en Mérida
Nueva etapa
Hoy Venezuela comienza una nueva etapa. La oposición llamó a la unidad contra el régimen, mientras el Gobierno continuará una huida hacia adelante llena de incógnitas. La nueva Asamblea Nacional Constituyente desmantela la Cámara elegida en 2015, compuesta por una mayoría de representantes críticos con el chavismo, e incluso, según los defensores del legado del expresidente Hugo Chávez, supone una traición y una ruptura sin vuelta atrás con los últimos 18 años.
Lo que dejó claro la elección, en cualquier caso, es que Venezuela es desde este domingo un país más dividido. En el este y el sureste de Caracas los comicios prácticamente no se celebraron. La huelga general de 48 horas convocada la semana pasada por la MUD, materializada en cortes de vías, que se vivió desde el miércoles, impidió que en esos sectores de la capital venezolana, donde se concentra la mayoría de la oposición al régimen de Nicolás Maduro, el Consejo Nacional Electoral abriera los centros de votación. El diputado Juan Andrés Mejías, del partido Voluntad Popular, informó de que abrió menos del 10% de los centros en los municipios opositores de Baruta, Chacao y El Hatillo.
Pero al superar esos límites otro país salía a votar. A primera hora de la mañana, en el colegio electoral Andrés Bello, de la avenida México, en el centro de Caracas, había muy poca gente formada en filas. En el único colegio abierto en la avenida Lecuna de Caracas, también en el corazón de la capital venezolana, había unas cuantas personas más, las suficientes, en cualquier caso, para que la televisión oficial, con planos cerrados, proclamara que, desde primera hora de la mañana, la asistencia era masiva. Aun así, la concurrencia no era la de comicios presidenciales, en los que suele votar mucha más gente.
El chavismo perdió en Coche y El Valle, dos parroquias del suroeste de Caracas que, hasta el varapalo de las elecciones al Parlamento, en diciembre de 2015, eran sus bastiones principales en la capital. Pero a media mañana, en la larga avenida intercomunal que las une, había cinco colegios electorales con varias personas esperando que les autorizaran la entrada. Era un domingo distinto al que discurría en los sectores opositores, silencioso y con restos de barricadas en las esquinas.
El oficialismo
La oposición se abstuvo de participar porque no avaló la convocatoria del presidente Maduro ni las condiciones establecidas por el Consejo Nacional Electoral, que reservó a la clientela del oficialismo un tercio de las diputaciones y sobrerrepresentó aquellas provincias donde el régimen conserva buena parte de sus apoyos. Como colofón a sus esfuerzos de impedir los comicios, la dirigencia de la MUD convocó a una manifestación en la autopista Francisco Fajardo. Pero la Guardia Nacional Electoral impidió que los manifestantes se concentraran en los cinco puntos dispuestos para la protesta. Fue una represión brutal que incluyó, según denuncias del dirigente nacional de Primero Justicia, José Manuel Olivares, el robo de teléfonos celulares y el lanzamiento de gases lacrimógenos y golpes.
Venezuela, en definitiva, afronta ahora un momento decisivo marcado por la violencia en el que toda posibilidad de diálogo, auspiciada especialmente en las últimas semanas por el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero —y que culminó con la salida de la cárcel de Leopoldo López en un intento del Gobierno de buscar un balón de oxígeno ante la presión—, parece haberse desvanecido. Las decisiones que tomen el régimen de Maduro y los dirigentes de la MUD en las próximas horas serán determinantes para definir el futuro del país. (FUENTE: El País)