El Azul se despide como comenzó: con futbol americano

CIUDAD DE MÉXICO, 23 de abril.- El cierre y la eventual demolición del Estadio Azul significará que el país pierda uno de los inmuebles deportivos más representativos de su historia, opina Joaquín Castillo, ex mariscal de campo de los Pumas de la UNAM entre 1965 y 1968. El recinto fue construido por el arquitecto Modesto C. Rolland e inaugurado el 6 de octubre de 1946 con la victoria 16-14 de los Pumas de la UNAM sobre los Aguiluchos del Heroico Colegio Militar, de futbol americano, disciplina para la que originalmente fue construido.

“En el Estadio Azul pasé uno de los mejores momentos de mi carrera. Ahí me coroné campeón en las temporadas 1966 y 1967”, recuerda Castillo, ahora comentarista de la NFL para TV Azteca. “El inmueble es tan importante para el futbol americano en nuestro país, porque ahí se vivió la época dorada de ese deporte y posteriormente presenció cómo el futbol poco a poco le ganó terreno en el gusto de la gente”.

Un año después de la inauguración del inmueble, el futbol celebró su primer encuentro en éste. El Veracruz –entonces campeón vigente del futbol mexicano– venció 2-1 al Racing de Avellaneda. Una vez concluido el juego se anunció que se convertiría en la casa del América y el Atlante. En ese mismo verano, los Potros levantaron en el recinto su primer título de Liga y la Selección Mexicana disputó ahí sus partidos de local.

Para el final de la década de 1940, el estadio era la casa del Necaxa, Atlante y América. Al tiempo se decidió que se dejaran de jugar partidos de futbol americano. La situación cambiaría un lustro más tarde, con la inauguración del estadio Olímpico Universitario en Ciudad Universitaria en 1955.

Paulatinamente, los tres clubes de futbol se mudaron para jugar sus encuentros de local en el nuevo inmueble, mientras que el Azul –entonces nombrado Ciudad de los Deportes– se ocuparía únicamente para albergar la final de la Copa México. Al tiempo, el futbol americano volvería a ocupar el recinto para los clásicos entre los representativos de la UNAM y el IPN.

La NFL designó al inmueble como sede del segundo encuentro de la Liga fuera de Estados Unidos (el primero fue entre San Luis y San Diego, en Tokio) y el primero en México. El 5 de agosto de 1978 fue sede de la victoria 14-7 de los Santos de Nueva Orleans sobre las Águilas de Filadelfia en un partido de pretemporada. El quarterback de Nueva Orleans era Archie Manning, padre de Peyton y Eli Manning.

“Hubo muchas complicaciones en la logística del evento, porque el país nunca había recibido un espectáculo como ese. Sin embargo, el partido lo pudieron disfrutar el público y los directivos de la Liga, porque desde cualquier punto se podía ver muy bien”, agrega Castillo.

El inicio de la década de 1980 fue la consolidación del balompié en el estadio. Desde entonces el Atlante regresó y se fue en tres ocasiones, mientras que el Cruz Azul, en 1996, lo adoptó para jugar sus partidos en casa. En éste disputó Liga, Copa MX, Copa Libertadores y Liga de Campeones de la Concacaf. Nunca pudo levantar el título ahí, debido a que su último diploma liguero lo levantó en León en el Invierno 97 y el de Copa lo hizo en Cancún al vencer al Atlante. En contraste, solo disputó la final de vuelta en dos ocasiones en el recinto y en ambas perdió el campeonato (ante Pachuca en el Invierno 99 y Monterrey en el Apertura 2009).

El sábado pasado el Cruz Azul se despidió con una victoria por 2-0 ante el Morelia, frente a la mirada de 27 mil 253 aficionados (75 por ciento del aforo). Ayer, la Liga de Futbol Americano Profesional (LFA) regresó la disciplina a su lugar de origen con la final entre los Raptors (Estado de México) y los Mexicas (Ciudad de México), que festejaron el triunfo 17-0.

El inmueble estuvo al 40 por ciento de su capacidad (15 mil 381 espectadores). Sin embargo, los boletos estuvieron al precio de 2×1. Cada entrada tuvo un costo de 300 pesos, mientras que para el último partido de futbol, la entrada más cara tuvo un valor de 270 pesos, según Ticketmaster.

“A excepción del clásico entre UNAM e IPN, nunca había visto un ambiente similar”, dice Jair Mendoza, aficionado de 35 años de los Mexicas. “Las entradas son más caras que para un juego del Cruz Azul, pero el espectáculo es mejor. No me arrepiento de haber pagado el boleto”.

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