Correcto. Según la Carta Democrática Interamericana (artículo 3), para que un Gobierno sea considerado democrático debe gozar tanto de la legitimidad de origen (llegar al poder por vía de elecciones libres y transparentes) como de la legitimidad de ejercicio (es decir ejercer el poder con pleno respeto a los principios democráticos, la división de poderes, el estado de derecho y plenas garantías a la vigencia de los derechos humanos). El problema que enfrentamos actualmente en algunos países de la región es un nuevo tipo de autoritarismo, que si bien llega al poder vía elecciones más o menos libres, luego, desde el poder, socava a la democracia. Esta es la nueva manera en que mueren las democracias, no vía golpes de estado como en el pasado sino de manera gradual y progresiva y desde dentro de la propia democracia. Los regímenes autoritarios han venido ganando sofisticación, actuando con altos niveles de impunidad y apoyándose entre ellos.

¿Cómo pueden los ciudadanos diferenciar entre un líder y un candidato potencialmente autoritario?

El canario en la mina (metáfora) para detectar a un líder autoritario, más allá de que haya sido elegido democráticamente, hay que poner atención básicamente a cuatro elementos. El primero es observar cuál es el rechazo o aceptación del presidente a las reglas del juego democrático, si las respeta o si trata de violarlas. Lo segundo es ver cómo se relaciona con los partidos políticos de oposición, si les niega legitimidad o si trata de descalificarlos o no los reconoce como opositores legítimos. Lo tercero guarda relación con la actitud y comportamiento del mandatario, si es marcadamente intolerante, si fomenta la violencia en sus discursos. Y el cuarto elemento es determinar cuál es su predisposición a irrespetar los derechos humanos y las libertades civiles, incluido el tema del respeto al pleno ejercicio de la libertad de expresión. Cuando uno detecta que un líder comienza a comportarse de esta manera ahí tenemos una primera señal de peligro, un foco rojo, de que ese país comience a sufrir un gradual deterioro de su democracia y un creciente aumento del autoritarismo.

¿Cuáles son los países de la región con las democracias más consolidadas y cómo lo han conseguido?

Según nuestro Informe, en la región latinoamericana existe solo un país con una democracia de alto desempeño: Uruguay. Otras dos democracias suelen recibir muy buenas evaluaciones tanto de parte de nuestro Índice como de otras mediciones (Unidad de Inteligencia de The Economist, V-DEM y Freedom House): Costa Rica y Uruguay.

Por su parte, nuestro Informe 2021 destaca que Ecuador y República Dominicana son dos países que sobresalen por haber registrado importantes avances de algunos de sus indicadores entre 2015 y 2020, especialmente en lo que respecta a las libertades civiles y la independencia judicial. Ambos países demuestran que la resiliencia democrática no solo es útil para proteger a la democracia sino que además permite mejorar su desempeño. Para ello el papel de los liderazgos y su compromiso con actuar dentro de las reglas y principios democráticos es clave. Otro factor importante reside en la calidad de las instituciones y en la cultura política de la ciudadanía.

¿Los avances alcanzados en democracia podrían verse afectados por la crisis económica que azota a la región y al mundo agravada por la pandemia de COVID-19?

Coincido. Las crisis económicas suelen llevarse mal con la democracia. Este es un elemento que merece una atención prioritaria. Antes de la llegada de la pandemia la región atravesaba una situación muy crítica: crecimiento económico anémico, malestar social. La pandemia produjo un devastador impacto en la economía, aumentó la pobreza, la desigualdad y la informalidad, destruyó millones de empleos, y produjo un grave retroceso en materia de desarrollo humano. Las proyecciones económicas para 2022 no son optimistas, ya que indican que pese al rebote económico que tuvo lugar en 2021, la región retornará a las bajas tasas de crecimiento económico antes de la llegada de la pandemia, que generaron descontento entre la ciudadanía. De cara a este complejo panorama regional, los Gobiernos, las élites y la ciudadanía deben aunar esfuerzos para reducir los altos niveles de polarización, fortalecer los espacios y mecanismos de diálogo y construcción de acuerdos, renegociar los contratos sociales para atender la dimensión social de la democracia, mejorar la inclusión y la resiliencia y garantizar la gobernanza. Si no se logra reducir la desconfianza que actualmente existe entre ciudadanos y partidos políticos tradicionales, y si la democracia no logra dar resultados concretos a los problemas reales de la gente (incluidas las demandas de los jóvenes), entonces las amenazas de más populismo, sentimiento antiélite y nativismo xenofóbico cobrarán mayor fuerza y podrían poner en jaque a varias de las democracias latinoamericanas.

¿En qué ámbitos la democracia latinoamericana ha demostrado mayor nivel de resiliencia?

Si bien los datos de nuestro Informe dejan en claro que la mayoría de las democracias latinoamericanas muestran una combinación de resiliencia y de deterioro, evidencian, asimismo, que las democracias han desplegado una considerable capacidad de adaptación, innovación y resistencia de varios de sus atributos, especialmente en el ámbito electoral. Todos los procesos electorales programados en 2020 y 2021 se celebraron con niveles adecuados de integridad electoral (salvo unas pocas excepciones entre ellas las generales de Nicaragua y las regionales venezolanas) en las fechas originalmente previstas o bien en las nuevas fechas como consecuencia de su recalendarización legal. El Informe da cuenta, eso sí, de una tendencia muy grave y preocupante: el nivel creciente de ataques a los organismos electorales en varios países de la región (México, Brasil, Perú, entre los principales) llevados a cabo desde el Gobierno (México y Brasil) o de parte de partidos de oposición (Perú) sin que exista ninguna razón para ello.

¿Qué hacer para fortalecer la democracia y mejorar los niveles de protección de la misma?

El Informe de IDEA Internacional propone 10 líneas principales de acción y 22 propuestas concretas dirigidas a dar respuesta directa a las principales debilidades y amenazas identificadas en nuestro diagnóstico, con el objetivo de fortalecer la integridad de los procesos electorales y la calidad de la democracia. Los invito a leerlo.

Resumiendo: en tiempos de pandemia, creciente autocratización y democracias bajo asedio, pero también de aceleración tecnológica, globalización y capitalismo bajo revisión, y cambio climático, el desafío es doble: proteger a la democracia tanto en el plano interno como regional y, al mismo tiempo, repensarla.

La democracia del siglo XXI exige numerosas reformas político-institucionales destinadas a su modernización y puesta al día, pero hay que ir más allá de las reformas electorales y políticas. Es imperativo llevar a cabo “una profunda revisión de nuestras concepciones de la democracia y nuestras prácticas de gobierno” para actualizarlas y dotarlas de nuevas herramientas que permitan gobernar en democracia y para la democracia las sociedades del siglo XXI. (I)

Agenda para avanzar hacia una democracia de nueva generación

En mi opinión, frente a las graves amenazas y desafíos que enfrentan las democracias en nuestra región hay que poner en marcha, con urgencia, una agenda que permita avanzar hacia una democracia de nueva generación, más inclusiva y resiliente, que esté asentada en los siguientes siete puntos:

  1. Evitar que el malestar en la democracia se convierta en malestar con la democracia; recuperar la centralidad de la política; restablecer la confianza de la ciudadanía en las élites políticas y abrir nuevos canales de participación ciudadana, sobre todo a los jóvenes y a las mujeres.
  2. Modernizar, actualizar y relegitimar las instituciones democráticas, en especial los partidos políticos y el papel central de los Parlamentos.
  3. Garantizar la legitimidad de origen –con elecciones con integridad- y la de ejercicio –con división de poderes- cumpliendo con los principios de la Carta Democrática Interamericana.
  4. Fortalecer el estado de derecho para luchar con eficacia en contra de la corrupción y la inseguridad ciudadana y poner fin a la impunidad
  5. Restablecer el consenso regional en defensa de la democracia y actualizar los mecanismos regionales para su promoción y defensa.
  6. Atender la dimensión social de la democracia, renegociar los contratos sociales y reducir los altos niveles de desigualdad. Para ello es preciso repensar cómo la democracia puede brindar respuestas tanto a los viejos como a los nuevos desafíos que enfrenta la región, con el fin de evitar que las reservas democráticas se agoten.
  7. Fortalecer la gobernanza y la capacidad de la democracia de dar resultado, apoyada en un Estado moderno, eficaz, transparente con capacidad de ofrecer servicios públicos de calidad.