PUERTO MORELOS, Quintana Roo, 02 de mayo. -Es inevitable. Quien pasa junto al toldo que instala doña Mariana Zertuche Ceba en el pabellón Arte y Sazón, en el parque principal de esta delegación, voltea forzosamente ante el colorido de las prendas bordadas que exhibe.
Figuras geométricas, enormes y coloridas flores, rosetones, aves que muestran su bello plumaje, “pintados” por las manos de esta bordadora que, orgullosa, muestra sus trabajos, un arte plasmado con hilo y aguja, paciencia y esmero en blusas típicas, vestidos, camisas, manteles, caminos de mesa y servilletas.
Sus trabajos reflejan profundo conocimiento y dominio del ancestral arte de decorar telas con elementos inspirados en la naturaleza. No es para menos, desde hace más de 40 años, en su natal Acayucan, Veracruz, empezó, con solo seis años de edad, a aprender la técnica.
Mi madre y mi abuela me introdujeron al mundo del bordado a los 6 años de edad. También sé tejer, pero nunca aprendí corte y confección, de modo que los vestidos que hago son sencillos, pero con bordados, algunos que son solicitados por los clientes, quienes piden flores o pájaros, explica.
De Acayucan, la vida llevó a doña Mariana a Oaxaca y, desde hace 15 años, a Leona Vicario. Ese recorrido le permitió aprender más y perfeccionar su técnica. Hoy domina, entre otros, el bordado de fantasía, pica-pica, punto de cruz, lentejuela con chaquira y el macramé, es decir, el tejido con nudos decorativos.
Sus vivencias en distintos estados se reflejan en sus trabajos, pues lo mismo elabora inconfundibles blusas que portan mujeres juchitecas en el Istmo de Tehuantepec, que las usadas en regiones de Veracruz y la Península de Yucatán. Sus camisas estilo guayabera están adornadas con coloridas figuras geométricas que llaman poderosamente la atención.
Siempre le dediqué tiempo al bordado, incluso cuando mis cuatro hijos estaban pequeños; me organizaba para trabajar unas tres horas diarias, recuerda. Hoy que todos están grandes, trabajo de 2 de la tarde a 9 de la noche.
Luego de que la pandemia de covid-19 la obligó a refugiarse en casa, desde donde sostenía a su familia con la venta de blusas y servilletas, aprovechó la oportunidad que abrieron las autoridades municipales para volver a salir, con la consiguiente mejoría de sus ingresos en momentos de apremio, dado que su marido, afectado por una enfermedad, está imposibilitado para trabajar.
Antes iba a Puerto Morelos a vender y aquí nos abren este espacio una vez al mes, señala. En la cabecera municipal hice clientes, entre estos una española que viene cada año y me compra importantes volúmenes de ropa. Me perdió la pista a causa de la pandemia, pero me buscó hasta dar nuevamente conmigo.
Contenta y agradecida, Mariana confía en que esta ventana llamada Arte y Sazón impulsará el trabajo de los artesanos que dominan técnicas ancestrales para elaborar sus productos.
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