CIUDAD DE MÉXICO, 18 de Junio.- Dentro de los manuscritos en lengua maya que se resguardan en la colección de códices de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH), se encuentran los conocidos como Chilam Balam que, de acuerdo con la historiografía, son textos de tipo profético escritos en distintas comunidades de Yucatán desde la época prehispánica hasta el siglo XIX.
Sin embargo, entre los libros más tempranos y los más tardíos hay diferencias sustanciales, los primeros como el Chilam Balam de Chumayel y el de Tizimín contienen material de carácter histórico y profético, en cambio los deIxil, Nah, Chan Kan, Tusik y Tekax reúnen en su conjunto transcripciones de pasajes bíblicos, poesía española y remedios herbolarios; algunos presentan predicciones con base en los signos del zodiaco de la astrología europea, y como constante todos tienen un calendario mixto que combina elementos mayas con cristianos.
La investigadora María de Guadalupe Suárez Castro, adscrita a la Dirección de Etnohistoria, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), interesada en el estudio de los antiguos mayas ha recuperado la historia y uso de uno de estos documentos para darlo a conocer en su libro El Chilam Balam de Tekax. Análisis etnohistórico, presentado en el Museo Nacional de Antropología.
A decir de la etnohistoriadora se trata del primer estudio individual e integral del Tekax, ya que siempre se había trabajado a la par del Chilam Balam de Nah o Na, escrito posteriormente, “pero con este libro le damos su lugar”.
Chilam Balam de Tekax es un texto anónimo de 1833, redactado en lengua maya yucateca con caracteres latinos, contiene un santoral, un calendario solar y lunar, predicciones astrológicas conforme a los signos del zodiaco y los planetas, así como remedios herbolarios.
El manuscrito estaba integrado por 18 folios, pero cuatro de ellos se perdieron, seguramente durante su periplo, ya que el libro de Tekax pudo trasladarse al pueblo de Teabo, ambos en Yucatán, donde se redactó el Chilam Balam de Nah, con el cual guarda muchas similitudes. Posteriormente, a principios del siglo XX, se llevó a Estados Unidos, donde formó parte de la colección de William Edmond Gates, profesor especializado en el estudio de los mayas. Sin embargo, poco después desapareció, hasta que en 1947 ingresó al acervo de la BNAH como una adquisición por la que se pagaron 500 pesos.
El original incompleto se resguarda en la BNAH, mientras que el resto del contenido se conoce a través de reproducciones disponibles para su consulta en algunas bibliotecas estadounidenses, como la Universidad de Harvard.
Su redacción estuvo a cargo de escribanos mayas que tenían acceso a textos de procedencia europea que se localizan en las iglesias, en las bibliotecas de los conventos franciscanos e incluso en el Hospital de San Juan de Dios, en Mérida. “Los autores eran individuos que formaban parte del sistema de cargos religiosos de la comunidad, y probablemente se desempeñaron como maestros de doctrina, sacristanes, cantores o notarios”.
María de Guadalupe Suárez explicó que el documento seguramente fue de uso restringido y servía como guía o manual, “estaba diseñado para ser utilizado por los ah dzac yah (curanderos), que eran especialistas en remediar enfermedades y en realizar rituales de nacimiento y muerte entre los mayas yucatecos”.
La maestra en arqueología, quien dedicó cinco años de trabajo a la elaboración del libro, sostuvo que es la primera ocasión que se hace una investigación completa de este documento, ya que lo único que existía era una traducción de 1981.
El libro está compuesto por ocho capítulos y un apéndice. En el primero, la autora hace una reflexión sobre el concepto de Chilan, personaje que antes de la llegada de los españoles, tenía comunicación directa con los dioses a través de sustancias sicotrópicas.
Tras la Conquista, los frailes franciscanos lo concibieron como el profeta que presagió la llegada de los conquistadores y contribuyó en su tarea evangelizadora; ya no era el poseedor de la palabra de los dioses, sino el que escribía manuscritos que se conocen como Chilam Balam.
En el segundo apartado se aborda la historia de Tekax, pueblo ubicado a 80 kilómetros de la ciudad de Mérida, Yucatán, que se dedicaba al cultivo de caña de azúcar. En el tercer capítulo se narra la historia del manuscrito redactado en 1833, después cuando fue consultado por la familia Nah, así como su paso por la colección Gates y su ingreso a la BNAH.
En el cuarto capítulo, la etnohistoriadora hace una descripción de los materiales que se utilizaron para su elaboración, como el papel de procedencia italiana, la tinta ferrogálica color sepia, el tipo de letra del texto y los encabezados. Además, se presenta un análisis del contexto intelectual de los autores.
El quinto apartado versa sobre el contenido, las fuentes a partir de las cuales los autores obtuvieron la información y el análisis de las funciones del Chilam Balam de Tekax. El sexto capítulo contiene la transcripción del texto completo tanto del original como de la parte que se conoce a través de la reproducción.
En el séptimo apartado, la autora ofrece una relación mes por mes en la que se observan las diferencias y similitudes entre los nombres de los santorales consignados en otros manuscritos y en el de Tekax.
En el último capítulo se presenta una versión libre de la traducción del texto, además de la comparación del contenido con algunos pasajes del Repertorio de los tiempos, de Andrés de Li, obra de la que el autor del Chilam Balam de Tekax obtuvo buena parte de su información. Finalmente, el apéndice reúne un análisis morfológico de la totalidad del escrito.
El libro está acompañado de un disco compacto que contiene las imágenes digitales del manuscrito original y de los cuatro folios restantes, tomados de las reproducciones que se localizan en la biblioteca de la Universidad de Harvard.
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