Desplaza el concreto tradiciones mayas de abrigo en comunidades de José María Morelos

JOSÉ MARÍA MORELOS, Quintana Roo, 23 de diciembre. – El paisaje de las comunidades mayas de la zona ha experimentado una transformación silenciosa pero profunda. Donde antes predominaban las curvas orgánicas del huano y la textura terrosa del bajareque, hoy se levantan muros de block y concreto que no solo han modificado la fisonomía del territorio, sino que también han contribuido a la desaparición paulatina de prácticas ancestrales ligadas a la supervivencia y al cuidado familiar.

Con la llegada de materiales industriales, el acero y el cemento han desplazado saberes tradicionales que durante generaciones sostuvieron la vida cotidiana. Entre ellos se encuentra el k’íich, un método doméstico empleado para proteger del frío a niños y personas mayores durante los meses invernales, cuando las temperaturas descendían de forma considerable en la región.

En una época en la que predominaban las viviendas construidas con materiales locales, las familias colocaban brasas de carbón bajo las hamacas para generar calor y resguardar a los más vulnerables. Esta práctica, sencilla pero eficaz, representaba una forma de abrigo basada en el ingenio y en el cuidado colectivo.

Isidro Chablé Caamal, subdelegado municipal de la comunidad de San Diego, recuerda que el k’íich era una respuesta común ante el frío. Explica que se utilizaba carbón del árbol de jáabin, el cual se obtenía tras encender una fogata y colocar las brasas debajo de la hamaca para mantener el calor durante la noche.

Detalló que la choza maya, reconocida hoy como un ejemplo de arquitectura bioclimática por su capacidad para mantenerse fresca en verano gracias a la ventilación del bajareque, resultaba vulnerable durante el invierno, especialmente en tiempos en los que las cobijas eran escasas y el acceso a otros medios de calefacción inexistente.

“Antiguamente no había casas de material; la mayoría eran construcciones con lo que daba la región, y cuando el frío llegaba en diciembre no había otra forma de calentarse”, señaló Chablé Caamal al evocar esa etapa.

Actualmente, el k’íich ha dejado de practicarse y sobrevive únicamente en la memoria de quienes fueron testigos de ese modo de vida. La modernización de la vivienda ha traído mayor solidez estructural, pero también ha relegado costumbres que reflejaban la adaptación al entorno y el cuidado comunitario, dejando atrás una tradición que durante años ofreció abrigo frente a la adversidad climática.

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