El único astronauta sirio es ahora un refugiado
Muhammed Faris, condecorado como héroe nacional tras viajar al espacio en 1987, se vio obligado a cruzar a pie la frontera turca para huir del gobierno de Al Assad
Desde el espacio, los problemas del resto de la humanidad les deben de parecer muy lejanos al resto de la humanidad. «Cuando ves el mundo a través de la ventana [de la nave espacial] no existe el ellos y nosotros, no existe la política». Eso le dijo Muhammed Faris, el primer y único sirio que ha estado en el espacio, a «The Guardian», mientras vive como refugiado en un barrio de Estambul.
Faris fue un héroe nacional en el país sirio. Natural de Aleppo y alistado en el ejército desde 1969 (era piloto), en 1985 fue seleccionado tras un largo proceso para formar parte del proyecto «Interkosmos» de la Unión Soviética. Se mudó a Star City, a las afueras de Moscú, y en 1987 se convirtió en el primer sirio y el segundo árabe –el primero fue el sultán Bin Salman al Saud, miembro de la familia real saudí; Faris, en cambio, no pertenecía a ninguna élite, lo que resalta el valor de su gesta– en viajar al espacio exterior.
Viajó a la estación espacial MIR junto a los rusos Alexander Stepanovich Viktorenko y Alexander Pavlovich. Permaneció exactamente siete días, 23 horas y cuatro minutos en el espacio desde el 22 de julio de 1987. A su vuelta, fue loado con múltiples reconocimientos: le nombraron «Héroe de la Unión Soviética», le otorgaron la medalla de la Orden de Lenin y bautizaron en su honor en Siria a calles, escuelas e incluso un aeropuerto.
Todo cambió en 2011. Tras su odisea espacial, Faris quiso dedicarse a la educación y terminó de nuevo en el ejército, como general, formando a nuevos pilotos. Pero cuando hace cinco años las fuerzas de Bashar al Assad empezaron a bombardear a los opositores al régimen, el astronauta sirio supo que el país que todavía le tenía como héroe no era el lugar para que viviese su familia.
Tras los primeros ataques, Faris desertó del ejército, con lo que le retiraron todos sus honores de Estado. Su plan desde el principio fue huir a la vecina Turquía, algo que no le fue fácil por la intensa vigilancia del Gobierno de Al Assad sobre él. Tardó un año en conseguir cruzar la frontera turca a pie en 2012 con su familia y las posesiones que le quedaban, y ahí se convirtió en refugiado.
Como en todo, hay clases y clases. Faris es un refugiado con suerte, según él mismo admite: «Cada vez que me siento mal por el estado en el que me encuentro, no tengo más que recordar a mis miles de compatriotas que liven en tiendas de campaña sin agua y sin electricidad», declaró a «Middle East Eye».
«Y peor todavía, me acuerdo de aquellos compatriotas que siguen en casa y que sufren la constante amenaza de la muerte».
Desde el exilio en Turquía sigue formando parte activa de la oposición al régimen, y asegura que «Preferiría morir que volver a vivir bajo el gobierno de Al Assad».
Es muy crítico con el apoyo de la Rusia de Putin, con la que mantiene muchos vínculos por su aventura espacial, al dictador sirio, así como con la actitud de la Unión Europea y Occidente en general.
«Lo que le digo a Europa es que si no quieren refugiados, entonces nos tienen que ayudar a librarnos de este régimen», explicó en una entrevista con «Associated Press».
La guerra no entiende de astronautas ni de héroes nacionales: entre los sueños robados por el conflicto sirio están los del astronauta Faris, que cada día ve más difícil envejecer en paz en su país. (FUENTE: ABC Internacional)
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