CHETUMAL, Quintana Roo, 25 de octubre.— La capital del estado fue testigo de un hecho sin precedentes: la llegada del venerado Cristo Negro de San Román de Campeche, una de las imágenes más queridas y antiguas del sureste mexicano, con más de 450 años de historia. Por primera vez, la sagrada figura fue trasladada desde su santuario en San Francisco de Campeche hasta la ciudad de Chetumal, para ser venerada por la comunidad católica quintanarroense.
El arribo del Cristo Negro se dio en medio de oraciones, cantos y lágrimas de fe. Resguardado en su urna de cristal, el Cristo fue recibido en la Parroquia de San Judas, donde se celebró una misa de bienvenida que congregó a cientos de fieles. El eco de los cánticos, el aroma del incienso y la emoción de los presentes convirtieron este momento en una verdadera manifestación de espiritualidad compartida.
De acuerdo con el presbítero Jonathan Pinzón, párroco de la Parroquia de San Martín de Porres, la imagen realizará una procesión solemne hacia su sede final a partir de las 11:30 de la mañana de este sábado 25 de octubre. Allí, se oficiarán dos misas especiales, una al mediodía y otra a las 6:30 de la tarde, como parte de un programa de actividades que busca fortalecer los lazos de fe y unidad entre los creyentes.
El domingo 26 de octubre, las celebraciones continuarán con una misa a las 11:00 de la mañana, seguida del Rezo de la Divina Misericordia a las 3:00 de la tarde, y culminarán con la misa de despedida a las 4:00 de la tarde, momento en que los fieles rendirán homenaje y agradecerán la visita de esta histórica imagen.
Durante su estancia en Chetumal, el Cristo Negro de San Román permanecerá expuesto para la veneración pública en la Parroquia de San Martín de Porres. Niños, jóvenes, adultos y personas mayores tendrán la oportunidad de acercarse, ofrecer plegarias y depositar sus esperanzas ante una imagen que por siglos ha simbolizado protección, fe y milagros para miles de devotos en la península.
La llegada del Cristo Negro no solo representa un acontecimiento religioso, sino también un encuentro espiritual entre dos pueblos hermanos, Campeche y Quintana Roo, unidos por la devoción y el amor a una misma fe. En cada mirada, en cada vela encendida, se refleja la emoción de quienes ven en esta visita una bendición y un motivo para renovar su esperanza.
Así, entre aplausos, lágrimas y plegarias, Chetumal recibe al Cristo Negro de San Román, cuyo paso deja una huella imborrable en los corazones de todos los que creen que la fe puede unir fronteras y transformar vidas.





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