LONDRES, 11 de Julio.- El Culex molestus no es una criatura de la naturaleza, tampoco es obra de dios. Este mosquito es una creación, al menos indirecta, de los humanos. Descubierto en el metro de Londres, en 1999 se comprobó que se trataba de una nueva especie evolucionada de su antecesor, el Culex Pipiens, desarrollada en un entorno nuevo como era el del subterráneo. Tan nueva que su genoma y comportamiento son diferentes, tanto que no pueden tener descendencia si se aparean con los mosquitos de arriba.
El del C. molestus es uno de esos casos en los que las acciones humanas han intervenido en la evolución provocando la aparición de una nueva especie. Es un evento de especiación y no es el único. Desde el inicio de la expansión de los humanos modernos hace unos 10.000 años, el avance humano ha ido parejo con el retroceso de la vida salvaje. La desaparición de especies se ha ido acelerando desde hace unos siglos, pero estalló en el siglo XX, con una tasa de extinciones 100 veces mayor. Sin embargo, los humanos también son los causantes de otro proceso menos conocido pero igual de impactante para la naturaleza: la emergencia de nuevas especies.
Una reciente revisión de lo que la ciencia sabe sobre la aparición de nuevas especies, publicada en Proceedings of Royal Society B, muestra que los humanos tienen muchas maneras de alterar el curso de la evolución. La extinción de especies es la más evidente y la que resta. Pero hay otras, como la reubicación de especies, la caza o la creación de nuevos ecosistemas, que suman en el balance total de la biodiversidad.
En 300 años, han aparecido más especies vegetales en Europa de las que se han extinguido
La intervención de mayor impacto ha sido, al menos hasta ahora, la domesticación de especies. Desde antes de la invención de la agricultura hasta ahora, los humanos han domesticado 474 especies de animales y 260 de vegetales. Con la escala temporal suficiente, los rasgos modificados (fenotipo) por la presión selectiva humana provocarán una oleada de nuevas especies.
“Vemos ejemplos de domesticación que han acabado con la emergencia de una nueva especie”, dice uno de los autores de la revisión, el investigador del Centro de Macroecología, Evolución y Clima de la Universidad de Copenhague, Joseph Bull. “Según un estudio reciente, al menos seis de los 40 cultivos más importante para la agricultura son completamente nuevos”, añade.
En algunos casos, la nueva especie aparece en unas pocas décadas. La hierba cana de Gales (Senecio cambrensis), por ejemplo, es fruto de la hibridación de dos plantas diferentes y apenas tiene un siglo. La combinación de especies vegetales se ha acelerado desde el siglo XV. Con la era de los descubrimientos se inició también un progresivo movimiento y cambio de sitio de muchas especies. En los últimos 300 años, al menos en Europa, han aparecido más especies de plantas fruto de la hibridación y la reubicación de las que se han extinguido.
La fragmentación de las selvas americanas están provocando la divergencia de especies como este caballito del diablo. La fragmentación de las selvas americanas están provocando la divergencia de especies como este caballito del diablo KATJA SCHULTZ
Hay otra acción humana que está moldeando como pocas el destino del resto de la vida. Tanto la caza como la pesca están diezmando a muchas especies. Pero más que la cantidad, el efecto determinante es cualitativo: en tierra, elefantes, ciervos o muflones desarrollan colmillos o cuernos cada vez más pequeños. En el mar, especies tan importantes como la del bacalao común ya llevan en sus genes la indicación de ser cada vez más pequeños. Aunque no hay casos documentados de que esta selección artificial haya provocado especiación, la modificación de rasgos definitorios de una especie altera todo su ecosistema.
El caballito del diablo es un suborden de insectos emparentado con las libélulas. La especie más grande (Megaloprepus caerulatus) se ha ido convirtiendo en varias a medida que su entorno original, las selvas tropicales de América, ha sido fragmentado por la acción humana. La creación de nuevos espacios es otro de los medios por los que el aislamiento de las poblaciones y la ruptura del intercambio genético pueden desembocar en la aparición de una nueva especie.
Los autores del estudio reconocen que si no hay datos definitivos sobre la tasa de extinción provocada por los humanos, menos aún sobre la de especiación. De lo que están convencidos, escriben en sus conclusiones, es que nuevos mecanismos como la modificación genética o los planes para resucitar a varias especies, acelerarán la emergencia de nuevas especies. Pero dudan de que eso sea bueno.
Como escribe Bull en una nota: “es poco probable que la idea de lograr una ganancia artificial de nuevas especies debido a las acciones humanas sirva para compensar la pérdida natural de especies. De hecho, muchos verán la perspectiva de un mundo artificialmente biodiverso tan desalentadora como la de uno artificialmente empobrecido”. (FUENTE: El País)
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