Reubican monumentos arqueológicos ubicados en las inmediaciones de la estación Calakmul del Tren Maya

· Sobresale un templo de 20 metros de largo por 10 de ancho, que debió ser consagrado al dios maya de la muerte, Ah Puch

CAMPECHE, 26 de agosto. – En un futuro próximo, las y los usuarios del Tren Maya que arriben a la estación Calakmul podrán admirar un antiguo conjunto palaciego, el cual fue localizado a 3.5 kilómetros de allí, durante la prospección arqueológica que acompañó la construcción del Tramo 7 de la línea ferroviaria. Un equipo de especialistas lleva a cabo la afanosa tarea de restituir cuatro monumentos, piedra por piedra.

La Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y del Centro INAH Campeche, consideró necesaria la salvaguardia de este conjunto arquitectónico, registrado en el Frente 5, a la altura del km 95.500 de la carretera federal Escárcega-Chetumal, en el ejido Nuevo Conhuás, municipio de Calakmul.

El supervisor de ese frente, Juan Jesús Guadalupe García Ramírez, refiere que el descubrimiento del complejo palaciego maya, con características propias de los estilos Río Bec y Chenes, se dio durante la prospección del derecho de vía en el sitio referido. Su registro se realizó el 9 de noviembre de 2022, y su intervención dilató un mes, del 23 de febrero al 23 de marzo de 2023.

Para el arqueólogo, esta reconstrucción significa una segunda vida para los monumentos en cuestión, y anota que los vestigios debieron formar parte de un sitio vinculado a la cercana Balamkú, ciudad de medianas dimensiones, del periodo Clásico Temprano (250-600 d.C.), la cual estuvo influida por Calakmul, del que lo separan aproximadamente 60 kilómetros, selva adentro.

El espacio en el que ahora estará el milenario conjunto palaciego espera funcionar como un museo interactivo, donde se ponga en contexto el descubrimiento y se abunde en aspectos asociados al mismo, como el registro de una escultura de la divinidad maya Ah Puch (que en español se traduciría como “El apestoso”), deidad del último nivel del Xibalbá o inframundo, al que probablemente estuvo dedicado el templo.

Con apoyo del ingeniero Israel Diéguez Jiménez, en el lugar destinado para reubicar las estructuras prehispánicas se construyó una plataforma de sascab, compactado al 98 por ciento de dureza (de 1 metro de altura en promedio, y 30 metros de ancho por 20 de largo), y se tendieron planchas de concreto, sobre las cuales se consolidarán de nueva cuenta los monumentos.

Previo a su desmantelamiento controlado, a partir de técnicas de fotogrametría aérea, los expertos en digitalización Sergio Armando Dueñas Rodríguez, Francisco Luna López y Kevin Antonio Samaniego Rivera hicieron el registro arqueológico tridimensional de los mismos. Ya en el proceso de deconstrucción, cada sillar fue marcado alfanuméricamente, para su referencia en planta durante la reconsolidación de las estructuras.

El arqueólogo García Ramírez, quien supervisa la obra junto con sus colegas Cristopher Jiménez Meza y José Manuel Vásquez Martínez, detalla que la plataforma original, sobre la que desplantaban los edificios, era rectangular y de esquinas redondeadas, con 58 metros en sentido norte-sur, 50 metros en el eje este-oeste, y 2 metros de altura.

Abunda que contaba con un arreglo de patio en la parte superior, formada por una explanada estucada y cinco estructuras al interior, elaboradas con sillares de piedra caliza, trabajados y burdos. Todos tenían pisos de estuco y, probablemente, tenían techos abovedados.

Cuatro de estos monumentos superiores serán restaurados. De ellos, sobresale un templo (Estructura T7 _ 28032), de 20 metros de largo por 10 de ancho y 2 metros de altura, que en la parte norte presenta una forma escalonada, y en la sur es de media luna con esquinas redondeadas.

Ofrenda de consagración

El coordinador de los trabajos comenta que en el centro del monumento se registró una estructura circular, de 4.40 metros de diámetro, construida con rocas de forma trapezoidal, cementadas con argamasa de cal, en cuyo interior había una ofrenda consagrada al edificio, compuesta por diversos restos humanos, como dientes y fragmentos de cráneo, un par de cajetes y la citada escultura sedente de Ah Puch, la cual mide 25 centímetros de alto por 12 de largo, y 8 centímetros de profundidad.

Ambos cajetes son policromos y tienen tres soportes mamiformes, como se les conoce, por su forma globular. En tanto, la figura de la deidad, tallada en roca caliza y que aún conserva restos de pigmento rojo, está representada con un gran falo y deformación craneana tabular erecta. Asimismo, porta antifaz de cráneo, nariguera y pectoral, atributos característicos de ese numen maya de la muerte.

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