Sitios arqueológicos de Q.Roo son un reto en materia de conservación, advierte el INAH

CANCÚN, Quintana Roo, 24 de mayo.- La restauradora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Mónica A. Portillo Guzmán, consideró que los sitios arqueológicos de Quintana Roo “representan un gran reto en materia de conservación, tanto por la naturaleza de los vestigios, como por su entorno, pues están integrados a ecosistemas de alta complejidad y sufren las condiciones ambientales de la región tropical y costera”.

En un comunicado, la egresada de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, “Manuel del Castillo Negrete” de esa misma institución, y perito desde 2005 (el máximo grado para los restauradores en México), destacó la importancia de dividir los factores de deterioro.

Estos, explicó el comunicado, son los relativos a agentes de degradación intrínsecos, propios del material constitutivo; y los extrínsecos, ocasionados por agentes biológicos, físicos y químicos; además de los humanos, así como la acción devastadora de los huracanes y, en época de secas, de los incendios.

“Las estrategias de conservación preventiva, en conjunción con los estudios multidisciplinarios, han permitido enfrentar con mayor efectividad el objetivo principal: la estabilización de los bienes culturales in situ.

De esta forma, ha sido priorizado el control del deterioro y a la preservación con la mínima intervención directa en la pintura mural y los elementos de estuco y piedra”, añadió López Portillo Guzmán.

Desde 2010 a la fecha, el Proyecto de Conservación de Sitios Arqueológicos en el Norte de Quintana Roo, debido al apoyo financiero de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (Cncpc, INAH) y a las gestiones del Centro INAH Quintana Roo, ha tenido continuidad y contempla múltiples actividades.

Entre ellas, figuran la investigación y análisis de las técnicas de manufactura de los materiales constitutivos, estudio de deterioro, la identificación de las intervenciones anteriores y revisión de fuentes, así como trabajos de mantenimiento, conservación y restauración.

“El proyecto de continuidad tiene un carácter itinerante, con la incorporación de varios sitios en un mismo plan, el cual realiza actividades periódicas de mantenimiento y de conservación.

Para la elección de los lugares, fue establecido un criterio, jerarquizando la condición de preservación de cada uno, según el resultado de los diagnósticos realizados”, explicó.

En la más reciente temporada en campo, llevada a cabo en 2019, los trabajos del proyecto comprendieron el mantenimiento y conservación emergente y directa de la pintura mural y de los relieves, así como de algunas columnas de piedra con restos de estuco, tanto al interior como al exterior de las estructuras ubicadas en las zonas arqueológicas de El Meco, Calica y Xamanhá.

Asimismo, en las de El Rey, San Miguelito y Cobá. También hubo seguimiento a los registros gráficos, fotográficos y de condición, para evaluar además del estado de conservación de los trabajos de las temporadas anteriores.

La restauradora explica que “algunos de los criterios de intervención son la reversibilidad de los materiales en los procesos realizados, como la estabilidad química y estética a través del tiempo, mediante tratamientos probados en la región, y para los procesos de consolidación de los murales, el amplio uso de la cal apagada y sus cargas, por ser compatibles con los materiales constitutivos.

“Como objetivo principal, la metodología del proyecto está centrada en la aplicación de métodos preventivos y la estabilización de los diferentes elementos arquitectónicos y ornamentales de los sitios arqueológicos mencionados, con el desarrollo de tres fases, planteadas desde 2010.

“La primera es el seguimiento y la actualización de los registros fotográficos y gráficos, y el levantamiento de datos in situ.

“La segunda consiste en la continuidad de los trabajos de conservación preventiva, mediante el monitoreo del mantenimiento de los elementos de protección, como las palapas, los bastidores con malla de los vanos de los templos, las restricciones de paso, entre otros; y de las acciones de conservación emergente y directa, para estabilizar los murales y elementos de estuco y piedra.

“La tercera es el análisis, la interpretación y estudio del deterioro y de los materiales constitutivos, de las técnicas de manufactura y de las intervenciones anteriores, la revisión de fuentes para el seguimiento de la elaboración de banco de datos y la continuidad a los estudios adicionales vinculados a investigación.

“Además, con el apoyo de la titular de la Subdirección de Investigación de la CNCPC del INAH, Gabriela Mora Navarro, han sido realizados estudios de análisis mediante espectroscopía infrarroja, flourescencia de rayos X y termografía, así como observaciones con microscopía portátil”.

Los trabajos han sido realizados con la colaboración del equipo de restauradores integrado por: Mariana Contreras, Carlos Lozoya, Alejandra Sánchez, Ariadna Rivera y Claudia Martínez, entre otros, formados en la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente (ECRO) y en la Facultad del Hábitat de San Luis Potosí, Conservación y Restauración de Bienes Culturales Muebles, así como de trabajadores capacitados de la región.

“En esta región es primordial crear una visión amplia para la conservación de los sitios arqueológicos que contemple el entorno natural.

“Esta región de riqueza natural y cultural nos obliga a recordar que se requiere de la humildad y tenacidad suficiente para aprender a conservar lo más valioso: nuestro patrimonio, la memoria de las raíces de nuestra nacionalidad, la cual es nuestra identidad como mexicanos”, concluyó Mónica A. López Portillo Guzmán.

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