CIUDAD DE MÉXICO, 14 de Junio de 2016.- La experiencia de la música ha estado, por siglos, totalmente colonizada, pues se ha definido desde una perspectiva oyente, cuando se trata de un arte que tiene un significado más allá de lo sensorial. Esa idea es el punto de partida del investigador colombiano Fernando Andrade (Bogotá, 1986), quién lleva varios años estudiando la música sorda, terreno emergente y en gran medida inexplorado, sostiene, pero que él propone a las personas sordas como acto de resistencia.
En entrevista con La Jornada, luego de su participación en el coloquio Derecho de las personas con discapacidad al arte y la cultura: de públicos, autores y protagonistas, organizado por el Seminario Permanente sobre Discapacidad del Programa Universitario de Derechos Humanos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Andrade, músico de profesión, explica que su interés por la música sorda nació de lo incómodo que le resultaba adaptar e inventar formas para que esas personas hicieran suya la música normal.
Fue entonces cuando se preguntó, ¿la música son sólo vibraciones?, ¿se restringe tanto a una experiencia física? Si respondía que sí, significaba que para hacer música los sordos debían acercarse lo más posible a la experiencia oyente, “y distanciarse de ser sordos; ¿no es eso excluyente? La persona sorda no es únicamente alguien que no escucha, pues tiene una lengua, una cultura, saberes y luchas políticas propias.
“El sordo tiene sus propias metáforas, sus formas de decir ‘te amo’, las cuales, a veces, no son las mismas que las de los oyentes. Entonces me di cuenta de que debe haber una estética propia de la musicalidad sorda, pues restringir la música a vibraciones es meterla en un diminutivo.”
Otra manera de vivir la música
Fernando Andrade inició un camino de exploración en la música y las capacidades humanas hace ya 10 años. Luego de sus estudios superiores en guitarra clásica, cursó una licenciatura en educación especial en la Corporación Universitaria Iberoamericana en Bogotá y una maestría en discapacidad e inclusión social en la Universidad Nacional de Colombia, plataformas que me permitieron entender y construir, desde la pedagogía y las miradas sociológicas y antropológicas, otras formas de pensar la música, de vivirla, de descubrirla de la mano de otras manos. El acto de ser enseñante y ejecutante se transformó en mi vida para ser un acto de provocaciones y descubrimientos.
El guitarrista propuso a sus alumnos sordos: Dejen de pensar en sonido, hagan que sus manos suenen, y fue cuando el aire se llenó con la cadencia rítmica y cantos de esos intérpretes, expresada en el espacio a través de sus ojos, sus gestos, esa es el alma de cada obra.
La música sorda, puntualiza el especialista, usa la lengua de señas y “no depende del sonido para entenderse como música, suena en los movimientos y actos orales de una lengua y sus señantes.
“En esencia, es un acto de resistencia, pues los creadores y productores de la música no requieren un cuerpo biológico ‘normalizado’. Así que, en todo sentido, la música sorda hace emerger en la escena social una nueva manifestación artística, un producto socio estéticamente construido desde las cosmovisiones sordas.
“Los artistas sordos, con los que se ha hecho esta provocación que llamo ‘sin-fónica’, son personas usuarias de la lengua de señas colombiana. Uno de los rasgos comunes entre ellos es el componente identitario tan marcado que los acompaña.
“Son hombres y mujeres que desde sus sentires y pensares exploran una música nueva para ellos, de la cual existen muy pocos referentes culturales, pues no es una música ‘para sordos’, sino nacida desde su capacidad y encarnada al modo sordo.
“Es una música atípica y subversiva, con la posibilidad de cantar en movimientos, resistiendo a la condición sine qua non del sonido.”
Música nacida de la piel
Fernando Andrade espera que esa experiencia musical en la comunidad sorda, tanto en su país como en otras naciones, no se limite a hacer traducciones a la lengua de señas de autores oyentes, sino que desde la infancia se pueda poner en lengua de señas sus cosmovisiones, sus propias rondas infantiles, por ejemplo, y toda esa música que les nace de la piel.
Al respecto, deja claro que sólo es “un provocador, un músico, profesor y aprendiz de las capacidades y tesoros que la sordedad ha puesto frente a mí. Serán las personas sordas quienes desde ahí se den a la tarea de pensar cómo se define esta ‘sin-fonía’ y cómo transformarla en un escenario de movilización artística; por mi parte seguiré provocando silentes utopías”.
El músico espera consolidar su investigación en torno a la búsqueda de sentidos en la música sorda con la próxima apertura de un taller experimental, donde se pueda explorar esa enorme sin-fonía que propone, cuyo primer movimiento consiste en la invitación a los ejecutantes, el segundo movimiento es un adagio, lento, suavecito, que es el pensamiento en torno a la música sorda, luego llega un scherzo, donde se da la construcción gráfica de las obras, y al final la fuga, una sola voz, al tiempo, concluye.(FUENTE: La Jornada)
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