Por Hugo Alday
Durante las últimas semanas hemos recibido información a veces veraz y muchas veces incierta respecto de los escenarios derivados de la utilización de la inteligencia artificial en el derecho, en donde ya en algunos países se hacen proyectos virtuales sobre las fórmulas lógico-matemáticas emanadas del estudio de la argumentación jurídica para comenzar a sustituir a personas juzgadoras por sistemas robustos de inteligencia artificial que no solo almacenen criterios y precedentes, sino que los apliquen en casos concretos dentro de los sistemas judiciales.
Y mientras en México la presidenta electa abre la reforma al poder judicial para su discusión en foros, en universidades, en barras y colegios de abogados, para buscar la mejor forma de contar con jueces, magistrados y ministros con las mejores competencias, para mejorar el acceso a la justicia; la discusión ontológica y epistémica internacional sobre la posibilidad de integrar a la inteligencia artificial en estos escenarios, nos deja muy claro el nivel de desarrollo óntico en el que nos encontramos como país en el que no existe siquiera el primer paso homologado en todos los niveles con el juicio en línea.
En Quintana Roo, por ejemplo, hace apenas unos meses se discutió en la Comisión de Justicia de la XVII Legislatura, una iniciativa que contemplaba el uso de la inteligencia artificial como medio para reproducir imágenes de naturaleza sexual en el que se sustituyera el rostro de las mujeres con finalidad de causar daño después de un escándalo mediático en el Politécnico Nacional en el que sucedió algo semejante.
Sin embargo, el estudio en la Comisión de Justicia del Congreso de Quintana Roo, en parlamento abierto con la Fiscalía del Estado la Comisión de derechos Humanos, el Poder Judicial y la sociedad civil, determinó ampliar el espectro de protección de la norma penal al establecer de manera general como agente comisivo de cualquier tipo de delito el uso de inteligencia artificial, ya que el sujeto activo no solamente puede modificar la cara de las mujeres, sino la imagen, la voz e incluso diseñar todo tipo de elementos en el entorno digital que pudiesen definirse como actos antijurídicos.
Pero mientras en el Congreso de Quintana Roo estamos buscando cómo integrar el uso de la inteligencia al derecho positivo local y en la Federación se centran en la discusión de la reforma judicial; el uso y abuso de los neurolinks saturan de manera intensa y arbitraria nuestras vidas, nuestros entornos, nuestras opiniones y nuestras decisiones, sin que se encuentren aún considerados dentro de la vida jurídica de México y de gran parte del mundo.
De acuerdo con Salvoj Zizek, en “El cerebro conectado”, existe un proyecto de interfaces de control neuronal que se encuentran mejorando cada día con la finalidad de encontrar el link entre cerebro-máquina o cerebro-cerebro, sin necesidad de llevarlo a un comando de voz. Hoy en día, los teléfonos de última generación ya cuentan con neurolinks en funcionamiento, que perciben nuestros deseos y nuestros gustos para navegar en la red y ponernos al alcance aquello que verbalmente queremos o necesitamos.
Pareciera una película de terror pero no es así, Zizek desmenuza los experimentos que en su momento se realizaron en la ex URSS de Stalin para crear soldados fuertes, resistentes y obedientes a los comandos de guerra sin necesidad de intervención moral del hombre, para retrotraer una de las fuentes de investigación de Elon Musk y varios inversionistas para dominar el mercado a través de los teléfonos móviles con una simple fórmula: “cerebro-cuerdas vocales-el aire-teléfono móvil-el aire-cerebro”, de donde los usuarios de estos aparatos en diversas ocasiones nos hemos atemorizado de que después de expresar el dolor de una lesión o el agrado por algún personaje o prenda de vestir, de inmediato a través de las benditas redes sociales, nos saturan de información que puede curar la lesión o datos del personaje y descuentos de la prenda que nos agradó. Sin haberlo buscado.
Este es un tema inexplorado en México desde el derecho, y a diferencia de la inteligencia artificial, o la propaganda comercial o política; los neurolinks sí pueden en un momento dado manipular con efectividad a las masas para beneficiar a algún comercio, producto o persona con el solo hecho de hacer el enlace al revés. Por ello, muchos de nosotros estamos en espera de que la bioética plasmada en los tratados internacionales en materia de propiedad industrial ratificados por México comience a poner límites y tengamos un representante que sí sepa de la materia, porque de lo contrario pronto seremos parte de la matrix.
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